El impacto ambiental de nuestro consumo
P.N. Torre del Paine, Chile (ECh) |
A todos ellos les dirijo esta entrada, que intenta sintetizar tres principios fundamentales para asentar nuestro interés por ser participe de la solución a los problemas ambientales y, sobre todo, por relacionar los mismos con nuestra vida cotidiana.
1. La conservación de los ecosistemas, en todos sus componentes: agua, aire, suelo, flora y fauna, no solo depende de las decisiones que toman los gobiernos o las grandes multinacionales, sino también -obviamente en menor medida- de nuestra forma de vida. Si pensamos que las decisiones para mejorar la situación ambiental del planeta las tienen que tomar otros, seguiremos empeorando la situación. La solución a la crisis ambiental se sustenta en la ciencia, pero solo será efectiva cuando proceda de una fuerte convicción ética, individual y social.
2. Los impactos de nuestra forma de vida se extienden mucho más allá de nuestros límites regionales o nacionales. En un reciente estudio de National Geographic, se incluyen una serie de mapas que sitúan el área de influencia del consumo de los países desarrollados. Por ejemplo, el de los europeos se extiende a países tan lejanos como Indonesia, Australia o Namibia. Con la globalización, cualquier componente de la ropa que vestimos o de los móviles que usamos puede proceder -y afectar ambientalmente- a regiones del planeta que nos parecen poco o nada relacionadas con nosotros.
3. Para conocer los impactos ambientales de lo que hacemos cotidianamente, es preciso tener en cuenta dos conceptos: la huella ambiental y el ciclo de vida. La huella hace referencia al impacto que causamos en las distintas dimensiones ambientales del consumo: agua, emisiones, territorio, contaminación, etc. El ciclo de vida indica que ese impacto debería integrarse a lo largo de todas las fases del producto que estamos considerando. En sucesivas entradas explicaré esto con más detalle, pero basta indicar, por ejemplo, que la discusión sobre el impacto ambiental de los coches debería incluir estos dos conceptos, que pueden evaluarse científicamente, más allá de las opiniones que cada uno tenga. Por ejemplo, en el terreno de las emisiones de gases de efecto invernadero, cuando comparamos el coche eléctrico con el de gasolina o gasoil (que será objeto de varias entradas futuras en este blog), deberíamos considerar las emisiones que se producen en todo el ciclo de vida del coche: producción, distribución, utilización y disposición final. Solo así podemos evaluar integramente la contribución de cada tipo de automóvil al calentamiento global, por un lado, y a la salud de los habitantes de la ciudad donde se utiliza o donde se fabrica, por otro. Como bien dice un amigo mio, las opiniones se discuten, los datos se contrastan.
Comentarios
Publicar un comentario