La huella de carbono del viaje de Greta
Vaya por delante mi admiración al gesto que convirtió a Greta Thunberg en personaje de audiencia mundial, con su original protesta ante la inacción de los gobiernos en la lucha contra el cambio climático. Vaya por delante también mi admiración por intentar ser coherente con sus principios, avalando con su actuación lo que predica con sus palabras, cualidad ésta tan inusual en muchos de los líderes públicos. Dicho esto, me parece que en torno a la figura de Greta se está montando un circo mediático que tengo mis dudas sea al final conveniente para lo que pretendemos todos los que estamos seriamente preocupados por este problema. Espero que no ocurra como ya pasó con Al Gore, que lejos de ayudar a la mitigación del cambio climático, acabó por ideologizar una cuestión que debería haberse restringido al ámbito de la ciencia, en sus causas, y de la economía, sociología y ecología en sus consecuencias, convirtiéndolo en un campo de discusión política (ver esta entrada). Me parece muy meritorio que Greta Thunberg se haya convertido en un icono de la lucha frente al cambio climático, pero me parecería mucho más interesante que lo fueran tantos científicos que han invertido su vida en estudiar esta cuestión, como es el caso de Jim Hansen, a quien conocen únicamente los especialistas. Seguramente escucharle a él en la cumbra de Madrid haría el argumento mucho más creíble para los que finalmente toman decisiones, que las declaraciones de una adolescente de 16 años.
El viaje de Greta para participar en la cumbra del clima de Madrid se está haciendo en un catamarán impulsado a vela, acompañada por otras cuatro personas, los dueños del barco, su hijo, y una británica. El motivo de hacerlo en barco es evitar las emisiones de CO2 equivalente que supone viajar en avión: unos 940 kg. Naturalmente eso supone un notable sacrificio para todos los que se embarcan, que tienen que invertir al menos tres semanas en la travesía, con unas condiciones meteorológicas que distan de ser las más adecuadas.
Tiene razón Greta, y otros muchos, cuando indican la importancia de las emisiones procedentes del tráfico aéreo, pero tampoco hemos de pensar que hacerlo en barco no lleva consigo ninguna emisión. Asumiendo que el barco no tiene ningún motor de combustión (que supongo es el caso), hay que tener en cuenta las emisiones que ha supuesto construir el barco (no he conseguido encontrar ese dato, pero será significativo), que habría que dividir entre los años de uso del mismo. También hay que tener en cuenta la comida que se ingiere por el camino (naturalmente habría que comer en cualquier caso, pero no sería aplicable al viaje), más la ropa especial que requiera la navegación (que no será la misma q uno lleva por la calle o viaje en un avión), y naturalmente el tren desde el puerto donde atraquen hasta Madrid. No sabría calcular todo eso en kg, pero seguramente se acercará a la mitad de las emisiones que se han hecho en avión. Podríamos añadir a esa cuestión, el coste económico de ambas opciones, y el coste en tiempo, que muy poca gente puede permitirse, salvo que tenga bastante tipo libre.
En suma, claro está que el viaje más apropiado para mitigar el cambio climático es directamente no hacerlo. Cualquier otro lleva consigo emisiones de CO2 equivalente provenientes de distintas fuentes. Como decía, me parece muy loable que se ponga en primera línea la acción climática, uno de los ODS de NN.UU., y que se anime a gobiernos -y a consumidores individuales- a que tengan un mayor compromiso frente al problema, pero también creo que es importante que demos información fiable, que pongamos más atención a los especialistas en el tema y que apuntemos a medidas de calado, no a prácticas que tienen más un efecto mediático que efectivo.
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James E Hansen, climatólogo estadounidense |
Tiene razón Greta, y otros muchos, cuando indican la importancia de las emisiones procedentes del tráfico aéreo, pero tampoco hemos de pensar que hacerlo en barco no lleva consigo ninguna emisión. Asumiendo que el barco no tiene ningún motor de combustión (que supongo es el caso), hay que tener en cuenta las emisiones que ha supuesto construir el barco (no he conseguido encontrar ese dato, pero será significativo), que habría que dividir entre los años de uso del mismo. También hay que tener en cuenta la comida que se ingiere por el camino (naturalmente habría que comer en cualquier caso, pero no sería aplicable al viaje), más la ropa especial que requiera la navegación (que no será la misma q uno lleva por la calle o viaje en un avión), y naturalmente el tren desde el puerto donde atraquen hasta Madrid. No sabría calcular todo eso en kg, pero seguramente se acercará a la mitad de las emisiones que se han hecho en avión. Podríamos añadir a esa cuestión, el coste económico de ambas opciones, y el coste en tiempo, que muy poca gente puede permitirse, salvo que tenga bastante tipo libre.
En suma, claro está que el viaje más apropiado para mitigar el cambio climático es directamente no hacerlo. Cualquier otro lleva consigo emisiones de CO2 equivalente provenientes de distintas fuentes. Como decía, me parece muy loable que se ponga en primera línea la acción climática, uno de los ODS de NN.UU., y que se anime a gobiernos -y a consumidores individuales- a que tengan un mayor compromiso frente al problema, pero también creo que es importante que demos información fiable, que pongamos más atención a los especialistas en el tema y que apuntemos a medidas de calado, no a prácticas que tienen más un efecto mediático que efectivo.
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