Eutanasia y Ecología integral
En la primera entrada de este blog presentaba un manifiesto de lo que entiendo es una ecología integral, esto es un enfoque ambiental que tenga en cuenta todas las dimensiones de nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos. Indicaba que el ser humano debe considerarse parte de la naturaleza, no algo externo a ella. Esto es evidente desde el punto de vista biológico, pero también del afectivo y espiritual.
Ahora bien, si somos parte de la naturaleza deberíamos de seguir sus propias leyes, las que afectan a nuestra dimensión animal, sin duda, y como criterio moral las que nos indican nuestro estado natural, que en el fondo es seguir aquel para lo que la naturaleza nos ha preparado mejor. Este es un criterio moral que vale tanto para no creyentes, como para creyentes, ya que el estado natural coincide con el designio de Dios, con el modo con el que ha querido crearnos. Por eso, estoy convencido que el ser humano debería vivir acorde con los principios de buen funcionamiento natural, comenzando con seguir su propia naturaleza.
Es curioso observar como las personas más partidarias de la conservación de la naturaleza con frecuencia obvian esta cuestión, como si la conservación natural no tuviera que ver con la naturaleza humana.
Me vienen estas ideas a la mente cuando se acaba de lanzar, como primera iniciativa legal de un gobierno que indica entre sus prioridades la "transición ecológica", un proyecto para legalizar el suicidio asistido, la mal llamada eutanasia. Mal llamada porque la muerte es digna no porque uno haya elegido el momento y las circunstancias en que ocurra, sino porque le sucede a un ser humano, que es digno por su propia naturaleza. Legalizar el derecho al suicidio asistido es lo mismo que legislar sobre el deber de que alguien asista a quien quiere quitarse la vida, convirtiendo a un médico justo en lo contrario de lo que se espera de él. No voy a entrar en los casos extremos que se ponen como justificación del proyecto legislativo: tras 40 años de ley de aborto, ya sabemos lo que eso significa. Se acaba aplicando a casos que nada tienen que ver con el origen "compasivo" de la medida. Que pregunten a los holandeses qué supone ahora la eutanasia en ese país, con más de un 30% de muertes en los que solo se asume el consentimiento del paciente. La presión emocional y económica, por qué no decirlo, hará el resto para que muchos conscientemente pidan lo que ahora les parecería inviable, lo que nunca estarían dispuestos a pedir. Una vez más, prevalecerá la pendiente resbaladiza.
Lo natural del ser humano es protegir a los débiles, dar soporte a los desvalidos, consolar a los que sufren, no acabar con ellos. Poco tiene que ver la eutanasia con aliviar el dolor: se puede hacer de otras muchas formas, algunas incluso que reducen el tiempo de vida pero que no provocan, ahí la enorme diferencia, directamente la muerte. No es natural suicidarse, algo mal está por dentro, la sociedad debería reflexionar por qué alguien puede pedir esto, no facilitarle los medios para que ni siquiera tenga posibilidad de arrepentirse.
Ahora bien, si somos parte de la naturaleza deberíamos de seguir sus propias leyes, las que afectan a nuestra dimensión animal, sin duda, y como criterio moral las que nos indican nuestro estado natural, que en el fondo es seguir aquel para lo que la naturaleza nos ha preparado mejor. Este es un criterio moral que vale tanto para no creyentes, como para creyentes, ya que el estado natural coincide con el designio de Dios, con el modo con el que ha querido crearnos. Por eso, estoy convencido que el ser humano debería vivir acorde con los principios de buen funcionamiento natural, comenzando con seguir su propia naturaleza.

Me vienen estas ideas a la mente cuando se acaba de lanzar, como primera iniciativa legal de un gobierno que indica entre sus prioridades la "transición ecológica", un proyecto para legalizar el suicidio asistido, la mal llamada eutanasia. Mal llamada porque la muerte es digna no porque uno haya elegido el momento y las circunstancias en que ocurra, sino porque le sucede a un ser humano, que es digno por su propia naturaleza. Legalizar el derecho al suicidio asistido es lo mismo que legislar sobre el deber de que alguien asista a quien quiere quitarse la vida, convirtiendo a un médico justo en lo contrario de lo que se espera de él. No voy a entrar en los casos extremos que se ponen como justificación del proyecto legislativo: tras 40 años de ley de aborto, ya sabemos lo que eso significa. Se acaba aplicando a casos que nada tienen que ver con el origen "compasivo" de la medida. Que pregunten a los holandeses qué supone ahora la eutanasia en ese país, con más de un 30% de muertes en los que solo se asume el consentimiento del paciente. La presión emocional y económica, por qué no decirlo, hará el resto para que muchos conscientemente pidan lo que ahora les parecería inviable, lo que nunca estarían dispuestos a pedir. Una vez más, prevalecerá la pendiente resbaladiza.
Lo natural del ser humano es protegir a los débiles, dar soporte a los desvalidos, consolar a los que sufren, no acabar con ellos. Poco tiene que ver la eutanasia con aliviar el dolor: se puede hacer de otras muchas formas, algunas incluso que reducen el tiempo de vida pero que no provocan, ahí la enorme diferencia, directamente la muerte. No es natural suicidarse, algo mal está por dentro, la sociedad debería reflexionar por qué alguien puede pedir esto, no facilitarle los medios para que ni siquiera tenga posibilidad de arrepentirse.
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