La nueva ley de cambio climático
Recientemente ha enviado el Gobierno al congreso el nuevo borrador de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Se concretan por fin los compromisos que nuestro país debe afrontar ante la crisis climática y las medidas que deberían garantizar que España consiga una economía neutra en emisiones de CO2 para
2050. El proyecto de ley es ambicioso y cubre la mayor parte de los sectores críticos en emisiones. Considera además la importancia de la formación sobre estos temas, haciendo mención explícita a la enseñanza de la ciencia del cambio climático en los distintos niveles educativos. Como indica una reciente encuesta del Instituto Elcano, aunque la mayor parte de los españoles consideran que existe un cambio climático de origen principalmente antrópico, todavia hay bastante ignorancia sobre la ciencia que lo fundamenta y, peor aún, poco convencimiento sobre aplicar medidas eficaces para combatirlo si eso afecta a los hábitos de los ciudadanos.
El núcleo del borrador de Ley es el fomento de las energías renovables y el progresivo rechazo de los combustibles fósiles. Bienvenidos ambos. No se dice nada de la energía nuclear, no olvidemos que también tiene emisiones similares a las renovables, prácticamente nulas, pero que cuentan con gran rechazo social en nuestro país. Los problemas del almacenamiento de residuos nucleares siguen sin resolverse. Esperemos que no sea necesario un accidente nuclear para que se decida de una vez por todas construir uno o varios almacenes adecuados para los residuos de mayor radioactividad. La situación actual es muy costosa y potencialmente peligrosa.
Dejando esto aparte, el proyecto de Ley considera los sectores más importantes de emisiones: transporte, producción de energía, industria. Establece fechas intermedias antes de la meta final (2050, cero emisiones), incluyendo que para el final de esta década debería producirse al menos un 30% de la energía total por medios renovables, lo que supone un 70% del total de la energía electrica. El cuello de botella es el transporte por carretera, uno de los sectores con mayor emisión, tanto el ligero como el pesado, para el que por cierto no se establece un calendario nítido. Al ritmo actual de la producción y adquisición de coches eléctricos, no parece viable la meta que se plantea el gobierno. Tendría que haber un salto cualitativo enorme para que pasemos de los apenas 25.000 coches eléctricos que circulan en nuestro país (sobre un total de unos 25 millones de vehículos, esto es uno de cada mil), a, al menos, unos 2 millones a fines de la década. Eso también permitiría mejorar sustancialmente las cifras de contaminación atmosférica en las ciudades, a cifras que solo hemos medido en los días más duros del confinamiento. Es importante que nos convenzamos que se puede conseguir una buena calidad del aire sin encerrar a la gente.
Me llama la atención que no se contemple en la ley el impacto del consumo en el cambio climático. Se calcula que el 70% de las emisiones corresponde al consumo. No hemos de olvidar que junto al transporte, los sectores de mas emisión son la comida y la climatización de los hogares. En las elecciones de cada consumidor también puede haber una apuesta por las bajas emisiones siempre que le demos información objetiva. Para ello es imprescindible calcular la huella de carbono de todo lo que compramos, y etiquetarlo adecuadamente, desde los coches hasta la ropa, los ordenadores o la comida. Es costoso, pero lo será menos cuando desde el gobierno nacional o europeo se promueva esta medida. Necesitamos involucrar a todos los ciudadanos en la solución de un problema que a todos nos afecta.
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