Para sentir la música de la Naturaleza
Hace unos días nos dejaba uno de los compositores contemporáneos más aclamados, Ennio Morricone, que ha acompañado durante muchos años nuestras horas de cine. Creo que es un buen homenaje al genio italiano escuchar con detenimiento una de sus piezas más sublimes, el tema central de la película, "la Misión". He escogido esta versión dirigida por el propio Morricone como un homenaje añadido a su figura. Me parece que es uno de los temas más bellos creados para el cine, precisamente para una de las películas más inspiradoras que he visto en mi vida. Por favor, dedica 9 minutos de tu tiempo a ver y escuchar esto...
Me parece que es muy difícil escuchar una pieza como ésta sin sentirse emocionado. Si a alguno de mis lectores le pasa, debería empezar a preocuparse, porque algo está mal en su interior. Igual debería aparcar su televisión, su móvil, su tablet, su ipod, su reloj inteligente o todas esas cosas a la vez una temporada y empezar a cultivar una dimensión de su vida sin la que no puede considerarse propiamente una vida humana. Si no somos capaces de emocionarnos ante la belleza es que hay algo en nuestro vida que está atrofiado, y conviene que lo desarrollemos cuanto antes. Cuando a uno le operan una pierna y tiene que estar postrado una temporada enflaquecen sus músculos. Restablecerse implica también fortalecer lo que no ha actuado con normalidad en esa temporada de convalecencia. Quizá nos pase algo parecido con nuestros músculos espirituales. Nos falta leer, escuchar buena música, ver películas interesantes, tener charlas tranquilas con nuestros amigos, pensar, sobre todo pensar, reflexionar sobre nosotros mismos, lo que hacemos o quisiéramos hacer.
Leía hace unos días las evaluaciones de un alumno sobre la asignatura de ética ambiental que impartí el pasado curso. Decía que les había hecho pensar en cosas sobre las que no había tenido tiempo de hacerlo. No tener tiempo para pensar sobre lo que es bueno y malo, sobre los valores que configuran la vida de cada uno es cuando menos preocupante."Nunca hagas deprisa lo que es para siempre" dice un pensador latinoamericano, subrayando la importancia de cultivar nuestra dimensión espiritual. Necesitamos recuperar la dimensión espiritual, que es la única que realmente nos hace felices.
Es difícil hacerlo si seguimos confiando nuestro ocio a la tecnología, que es por definición inmediata. Necesitamos tiempo para lo esencial. Demorarnos pensando en lo que realmente llena nuestra vida, meditar (orar si eres creyente, no solo contigo mismo, sino con Dios que siempre te escucha). Sin esa dimensión espiritual, nuestra vida vaga sin rumbo, sintiendo que le falta algo que va a intentar llenar con lo que no sirve como sustituto. Tantas veces confundimos el placer con la felicidad, lo efímero con lo permanente, lo contingente con lo sustancial. Quienes sentimos empatía con la naturaleza y con quienes la habitan, también con los otros seres humanos, necesitamos cultivar más que nunca esa faceta espiritual, quizá desgastada entre tantas semanas de confinamiento y de temores. Quizá convenga recordar el consejo que nos daba ya hace 50 años el filósofo y economista alemán Schumacher, en su entrañable libro, "Lo pequeño es Hermoso": "Nos dicen en ocasiones que hemos entrado en la era de la "sociedad del conocimiento". Esperemos que sea verdad. todavía tenemos que aprender a vivir pacíficamente, no solamente con al resto de la humanidad, sino también con la naturaleza y, sobre todo, con esos Poderes más altos que han hecho a la naturaleza y que nos han hecho a nosotros mismos".
Leía hace unos días las evaluaciones de un alumno sobre la asignatura de ética ambiental que impartí el pasado curso. Decía que les había hecho pensar en cosas sobre las que no había tenido tiempo de hacerlo. No tener tiempo para pensar sobre lo que es bueno y malo, sobre los valores que configuran la vida de cada uno es cuando menos preocupante."Nunca hagas deprisa lo que es para siempre" dice un pensador latinoamericano, subrayando la importancia de cultivar nuestra dimensión espiritual. Necesitamos recuperar la dimensión espiritual, que es la única que realmente nos hace felices.
Es difícil hacerlo si seguimos confiando nuestro ocio a la tecnología, que es por definición inmediata. Necesitamos tiempo para lo esencial. Demorarnos pensando en lo que realmente llena nuestra vida, meditar (orar si eres creyente, no solo contigo mismo, sino con Dios que siempre te escucha). Sin esa dimensión espiritual, nuestra vida vaga sin rumbo, sintiendo que le falta algo que va a intentar llenar con lo que no sirve como sustituto. Tantas veces confundimos el placer con la felicidad, lo efímero con lo permanente, lo contingente con lo sustancial. Quienes sentimos empatía con la naturaleza y con quienes la habitan, también con los otros seres humanos, necesitamos cultivar más que nunca esa faceta espiritual, quizá desgastada entre tantas semanas de confinamiento y de temores. Quizá convenga recordar el consejo que nos daba ya hace 50 años el filósofo y economista alemán Schumacher, en su entrañable libro, "Lo pequeño es Hermoso": "Nos dicen en ocasiones que hemos entrado en la era de la "sociedad del conocimiento". Esperemos que sea verdad. todavía tenemos que aprender a vivir pacíficamente, no solamente con al resto de la humanidad, sino también con la naturaleza y, sobre todo, con esos Poderes más altos que han hecho a la naturaleza y que nos han hecho a nosotros mismos".
Me adhiero al homenaje a Ennio Morricone y a la valoración de La Misión, como una de las películas más inspiradoras (y también más desgarradoras) que he visto. Me ayudó (junto con lecturas posteriores) a comprender la increible visión y valentía de la iniciativa impulsada por la Compañía de Jesús a favor de los indígenas sudamericanos, los enormes desafíos que plantéo a la potencias coloniales de la época, su trágico destino y los movimientos derivados de la teología de la Liberación.
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