Ciencia y Religión para el cuidado ambiental

Las relaciones entre Ciencia y Religión fueran bastante fluidas hasta el inicio de la revolución científica del s. XVII, en donde aparecen elementos de controversia, quizá exagerados en determinados ambientes. Parecían campos del conocimiento contrapuestos, como si estuvieran enfrentados en la explicación de determinados fenómenos naturales. Algunos han alimentado este conflicto en las últimas décadas, sobre todo a raíz de cuestiones bioéticas, pero conviene recordar que la mayor parte de los grandes científicos y teólogos consideran ambas materias como perfectamente compatibles, naturalmente siempre que cada uno se atenga a su objeto formal, sin invadir enfoques que no son propios de su disciplina. Una forma sencilla de indicar el carácter propio de cada uno de los dos campos sería señalar que la Ciencia está equipada para responder a cómo se producen los fenómenos que observamos, mientras la Religión se interroga por el por qué. Ambas disciplinas se necesitan mutuamente, porque la Ciencia da el sustento a la explicación, y en último extremo, modificación de la realidad material, mientras la Religión le confiere una guía ética, que permita ir más allá de lo que puede hacerse para guiarnos sobre lo que debería hacerse. 

Quizá la cuestión ambiental sean uno de las disciplinas donde el diálogo entre Ciencia y Religión resulta más fructífero. La Ciencia es clave para conocer los problemas ambientales, entender sus causas y seguir sus tendencias. Pero la Ciencia sola no puede solventarlos. De poco sirve analizar los problemas y sus tendencias, si falta luego voluntad para resolverlos. La ciencia escudriña la realidad, pero no la modifica. Cuando los problemas son principalmente de origen humano, los cambios de tendencia requieren nuevos valores éticos que permitan alterar mentalidades. En este sentido, las tradiciones religiosas facilitan una visión y unos valores morales que tienen una enorme repercusión en nuestra relación con el entorno natural. 

Por un lado, las distintas tradiciones religiosas llevan consigo una cierta visión cosmológica, que da sentido a nuestra presencia en el mundo, a nuestras relaciones con Dios, con los demás seres humanos y las demás criaturas. Por otro lado, las tradiciones religiosas sirven como fuente de inspiración y como referente moral. De hecho, son la fuente más antigua de valores morales, sabiduría e inspiración de la humanidad. La mayor parte de las tradiciones religiosas consideran a la Naturaleza como obra de Dios, lo que explica la larga tradición de conservación de parajes de gran belleza natural, que se consideraron lugares de oración y peregrinación.

Otro elemento clave en la contribución ambiental de las religiones es su papel en la educación. Es bien sabido que una gran cantidad de jóvenes en todo el mundo son educados por instituciones religiosas. En consecuencia, el papel de los líderes religiosos en la educación ambiental es muy relevante. La educación ambiental no puede limitarse a dar información sobre el funcionamiento de los ecosistemas naturales; es preciso informar, pero también transmitir empatía, valores, cercanía a los problemas, si queremos lograr compromisos estables y eficaces. 

Finalmente, las religiones también proporcionan razones de fondo para actuar de una manera que permitirá superar el paradigma consumista en el que nos encontramos en las sociedades occidentales. Todas proponen modelos de vida que subrayan la importancia del ser sobre el tener, promoviendo la búsqueda de la felicidad a través del amor a los demás y la sencillez de vida, frente al afán acumulador que acaba generando tensiones y, en último término, infelicidad. Como bien indicaba el papa Francisco, en la Laudato si: “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo” (LS, n .222). 

Para que esta colaboración entre Ciencia y Religión en el cuidado de la casa común sea más fructífera, es preciso que ambas reconozcan sus fortalezas y debilidades, apoyándose en lo que complementa a cada una, más que en lo las separa. Invito a que las personas interesadas en esta relación revisen las conclusiones de un seminario que organicé hace unos años sobre esta cuestión, que incluye una declaración conjunta entre científicos ambientales y líderes de 8 tradiciones religiosas.

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