Valor instrínseco e instrumental de la Naturaleza
Uno de los debates más interesantes de las primeras décadas de la ética ambiental fue el centrado en el tipo de valor que tiene la Naturaleza y, en qué sentido, esa consideración afectaba a nuestra valoración de la misma y, en última instancia, a nuestro compromiso ético en su conservación.
El fin último de la ética es el Bien. El juicio ético se apoya en buscar, entre varias opciones que pueden tener un aspecto de bondad, la mejor. Calificar algo como mejor implica un criterio para comparar. Si la ética nos lleva a perseguir el Bien, hacer lo mejor es hacer lo "más bueno". Ahora bien, el paso siguiente es definir qué entendemos por bueno, y ahí las distintas escuelas éticas discutirán si lo bueno es lo que nos hace buenos (Aristóteles), lo que mejor acuerda con la dignidad humana (Kant) lo que produce mayor bien (Bentham), o simplemente lo que cada uno considere como bueno (relativismo ético).
En la discusión a la que hacía referencia antes, el criterio de bondad era el criterio de valor, lo mejor era lo que tenía un valor más elevado, o si se quiere lo que reporta mayor bien. Dar valor, valorar, es entonces una parte del juicio ético que hacemos los seres humanos. En términos sencillos, se suelen distinguir dos tipos de valores: los instrumentales -el valor de algo se relaciona con el fin al que sirve- y los intrínsecos -cuyo valor es independiente de su uso-. Hay muchas categorías de valores instrumentales. Un martillo sirve para clavar y es bueno en la medida en que clava bien; un riñón donado sirve para mejorar una insuficiencia renal. Obviamente, el segundo tiene un valor instrumental más alto que el primero. Por su parte, el valor intrínseco se ha asociado tradicionalmente al ser humano: cualquier hombre, por el hecho de serlo -independientemente de su raza, capacidad física o síquica, religión o nacionalidad- tiene un valor intrínseco: nunca es ético servirse de un ser humano como medio para otros fines, aunque pueda haber muchos seres humanos que ayudan a otros (en ese sentido, pueden ser valores instrumentales para otros seres humanos, pero no es ése su principal fuente de valor, y por tanto nunca será el que sustente éticamente su existencia).
En cierta medida estoy de acuerdo con ese argumento, pero para los escépticos es preciso convencerles de cuál es la base de ese valor intrínseco de la Naturaleza. Casi siempre se utilizan argumentos que en realidad mantienen la postura del valor instrumental: necesitamos la Naturaleza para vivir, ya que provee de servicios básicos para la salud humana (aire, agua, suelos, etc.). De nuevo es una finalidad lo que justifica la conservación. Incluso mantener la biodiversidad para evitar el colapso de los ecosistemas o para beneficiarnos de organismos todavía no identificados no dejan de ser valores instrumentales.
Honestamente, todavía hay poca gente que piense que un animal o una planta tienen derecho a una vida autónoma si eso implica chocar con los intereses humanos, por lo que incluso los grupos ecologistas utilizan argumentos antrópicos para justificar su actividad. Es necesario justificar de modo más universal los valores intrínsecos de la Naturaleza, en primer lugar, y luego establecer prioridades entre valores intrínsecos cuando entren en conflicto. Me parece que es la forma más profunda de tomarnos los temas ambientales realmente en serio.
Muchas gracias por esta reflexión tan relevante. Estoy completamente de acuerdo. Los valores intrínsecos de la naturaleza los suministran la mayoría de las tradiciones espirituales y sapienciales de la humanidad. La Carta de la Tierra, que hizo pública UNESCO el año 2000, propone una síntesis de dichos valores con un lenguaje inclusivo, que sigue manteniendo, a mi parecer, plena vigencia.
ResponderEliminarInteresante articulo, "Si la ética nos lleva a perseguir el Bien, hacer lo mejor es hacer lo más bueno", me quedo con esta frase. Saludos, - Gustavo Copelmayer.
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