Antropomorfismo animal

Hace unos días recibi la evaluación de un artículo que había enviado a una revista científica. Es práctica habitual en la ciencia moderna que las investigaciones se den a conocer a través de medios especializados, que previamente evalúan la calidad del contenido pidiendo su opinión a varios especialistas. Esto es lo que se conoce como evaluación por pares (ya que al menos deberían ser dos personas, aunque en la mayor parte de las buenas revistas suelen actuar tres o cuatro). Me sorprendió el comentario de uno de ellos y me dio que pensar. El artículo trataba sobre la huella de carbono asociada al consumo cotidiano de una muestra de mil personas, elegidas proporcionalmente a la población española. Junto al transporte, la comida o la energía, uno de los sectores sobre el que preguntamos era el de las mascotas, gatos y perros en concreto, pues ambos son carnívoros y -solo en la dieta- implican emisiones muy significativas. El citado revisor nos preguntaba por qué incluíamos la huella de las mascotas y no la de los niños. Teniendo en cuenta que la encuesta no era a hogares, sino a personas concretas, el comentario parecía poner en el mismo plano tener un perro que tener un niño, en el sentido más básico de la palabra tener, como si el niño tuviera la misma importancia del perro o se poseyera de la misma forma que se hace con un animal. 

Este comentario me dio pie para unir esa reverencia que parecen sentir ahora tantas personas por los animales de compañía, o mascotas como se prefiera, frente a la que sienten por otros seres humanos. Durante el confinamiento del pasado año, resultaba casi estrafalario que uno pudiera salir a la calle para pasear al perro, pero no para que sus hijos pasearan, como si un niño tuviera menos necesidad de aire libre o expansión que un animal. Más llamativo aún es darnos cuenta del cuidado que ponemos en las cigüeñas que pueblan algunas de nuestras ciudades (la de Alcalá es un buen ejemplo), mientras procuramos evitar que entren en nuestro país las personas que vienen del mismo lugar desde donde ellas emigran (el Africa occidental).

También da que pensar la actitud de muchos paseantes de perros, que van increpando al animal o diciendole cosas cariñosas, como su estuvieran hablando con otra persona. Quizá es un remanente de esa antropización de los animales que se inició con las entrañables películas de Walt Disney. En esas actitudes se explica bien el calificativo "de compañía" que define a esos animales domésticos, y nos habla de un mal endémico de la sociedad individualista que estamos creando: la soledad, particularmente preocupante en las personas mayores. En los jóvenes parece que el deseo de tener perros o gatos sustituye al de tener hijos, y no deja de ser llamativo que en este momento haya más perros y gatos en Madrid que niños menores de 10 años.

Naturalmente entiendo que para sus propietarios esos animales son muy valiosos, pero quizá conviene recordar que como sociedad no lo son tanto. Parece obvio indicar que esos animales no van a inventar una nueva vacuna, ni van a dar clase a nuestros hijos, ni van a construirnos la casa, ni van a pagar nuestra pensión. El cariño a los animales, y naturalmente evitar cualquier maltrato animal, es una manifestación evidente del cuidado de la naturaleza, pero no podemos poner en el mismo plano ese cariño que el debido a los seres humanos, ni ese cuidado con el que brindamos a los animales silvestres, que son los que mantienen los ecosistemas en equilibrio. Porque no hemos de olvidar que los perros y gatos tienen un impacto ambiental negativo, no solo por lo que comen (que yo sepa no hay ninguno vegetariano), sino por otros muchos servicios que reciben. No hemos de olvidar que junto al razonable equipamiento de clínicas veterinarias, esa veneración por los animales cercanos ha llevado consigo todo un mundo de sofisticación: desde vestidos hasta peluquerías, pasando por tanatorios y monumentos funerarios. En un estudio publicado hace unos años en EE.UU. se estimaba esa huella en un 25% de la total de ese país, donde hay un perro o gato por cada dos habitantes. ¿Es esa la sociedad que queremos? ¿Cambiaremos nuevas vidas humanas por vidas de otras especies?

Comentarios

  1. todopiensoalcala.com

    La alimentación adecuada en perros es fundamental para su salud y vitalidad. Con una dieta balanceada y nutritiva, se les proporcionan los nutrientes necesarios para mantenerse fuertes, activos y felices a lo largo de su vida.

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